miércoles, 17 de septiembre de 2008

Veni, vidi, vinci …

I
Son las palabras perdidas
las que hacen tañer las campanas
que sollozan a lo lejos,
graves y misteriosas,
susurrando vientos gélidos entre los robles.

¿ Dónde estás, viejo sueño,
que siempre me abandonas cuando
en las frías noches de invierno
te conjuro?

Aire, savia, musgo y piedras,
acelerad vuestros gloriosos sones en la hora de las baladas, aquéllas que ya no se cuentan,
aquéllas que ya no se lloran,
pues está pronto su regreso.

II
Bandadas de cuervos hambrientos
que vigiláis los pantanos,
desplegad vuestras alas en busca de otro tesoro,
éste, no os pertenece …

Nuestro es por derecho,
por la sangre derramada que nunca fue descubierta,
por las manos apretadas que nos anclan
frente a vuestra inquina,
por los ojos que habéis arrancado
y que ahora os devuelven la mirada,
tan tierna,
que jamás podréis vencerla.

No son suficientes vuestros graznidos
para apagar nuestras canciones,
claras y luminosas,
elevándose alegres entre el fango que custodiáis.

Huid prestos ante nuestros rostros que os acusan,
pues no habrá jueces que os absuelvan:
tanto daño lleváis en vuestras plumas …


III
Avanzamos tranquilos, sin prisa,
con la fe del que siempre ha amado.
Con la seguridad de las caricias que están por venir,
con la esperanza de los besos que aún no se han dado.

Firmes y silenciosos,
arrebatados por el color de un cielo
que siempre nos espera.

IV
Perros salvajes nos preceden,
aullando en su batida,
despejando los caminos de vuestra maldad .

No tendréis otra salida que adentraros
en los bosques de la locura,
aquéllos que habéis añorado durante toda la vida.

Vuestro destino os persigue,
cada vez más cerca.


V
Amanece, tarde, pero amanece.
Despierta el mundo bajo cortinas de miedo,
con presagios de batallas libradas hace ya algún tiempo.

No habrá más victorias,
comunicádselo a vuestros señores,
pájaros de la misericordia olvidada;

Abrid vuestros pulidos picos de azabache
en una última bocanada,
mientras el viento aún os empuje,
lejos de la crueldad de la venganza de los justos,
no por esperada menos sangrienta.

Ya alcanza nuestra mirada los campos
donde perecerán vuestras infantiles pesadillas.
El sol ya se alza, enrojecido,
descubriéndoos, portadores de mentiras,
en el horizonte.

VI
En silencio, mis leones,
no rujáis todavía.
Disfrutad de la mañana,
la última que nos acompaña,
ya no hace frío
y hoy los cardos sonríen.

Esta vez no habrá cabezas cortadas
ni melenas despellejadas.
Lamed vuestras heridas,
pues hoy recibirán su cura.

Ondead las banderas del valor sin recompensa,
pues ya nunca parecerán ajadas,
y soportad unas horas más
la inquietud de la espera.
…………………

VII
Ya se oyen las doradas trompetas,
allá donde se pierde la vista,
hoy cansada con la fatiga de todos los siglos
que han dejado de existir.

Nunca se hace siempre.